Diariamente ponemos pasta dentífrica en nuestro cepillo de dientes sin pensar que puede tener componentes no deseados o nocivos para la salud. Y, sin embargo, no prestamos atención a la composición de la pasta de dientes que utilizamos.
En efecto, no sólo la capacidad de absorción de la mucosa oral es mayor que la de la piel, parte de la pasta de dientes que utilizamos nos la tragamos, especialmente los niños. Un niño de dos a tres años se traga la mitad de la pasta de dientes colocada en el cepillo. A los cuatro años, se come el 40%, en cinco años casi un tercio y de seis a siete años casi una cuarta parte de la pasta de dientes.
El flúor se incorpora en la mayoría de las pastas de dientes por su efecto anti-caries. Sin embargo, en exceso, produce una intoxicación crónica denominada fluorosis dental que resulta en decoloraciones antiestéticas indelebles en el esmalte de los dientes. Por eso, su contribución debe ser estrictamente controlada y limitada en los niños (e incluso prohibida en los bebés). En este último caso, hay que tener en cuenta todas las aportaciones extras de flúor además de la pasta de dientes: agua mineral, alimentos (sal fluorada)…
En dosis altas, el flúor tiene también efectos sobre la salud. Las personas de tipo fluórico (tipo homeopático caracteriza por la laxitud, etc), especialmente los niños, deben evitar tomar flúor incluso a dosis bajas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario