A finales del año pasado la revista oficial de la asociación de Americana de Parapsicología publicaba los resultados de una reveladora encuesta realizada por el psicólogo Harvey J. Irwin, en la que toma el pulso a las opiniones de 114 investigadores del campo de la parapsicología sobre asuntos tan diversos como sus creencias y motivaciones, las debilidades de las que adolece la investigación psíquica o las lineas maestras que podrían de terminar el futuro de esta disciplina. Los encuestados, antes que parapsicólogos, son científicos experimentados en sus respectivas disciplinas, y aunque en lineas generales mantienen punto de vista similares o muy compatibles, el estudio mostró matices de mucho interés, como por ejemplo que casi un 22% no considera suficientemente probada la realidad de los fenómenos psíquicos.
Especialmente reveladoras fueron las respuestas concernientes a las creencias de los encuestados, un asunto que históricamente ha dividido a los investigadores en dos grandes bloques: espiritualistas-trascendentes Y científicos en función de si contemplan (los primeros) o no (los segundos) la supervivencia tras la muerte. Globalmente, un 74% reconoció algún grado de motivación espiritual subyacente a su interés por los fenómenos psíquicos, en que el 21% de los encuestados fue definida como "muy fuerte". Por el contrario, el 26% descartó por completo esa información.
Una de las preguntas claves tuvo que ver con la creencia en la supervivencia tras la muerte, que fue rechazada con desigual ímpetu por un 14% del total, frente a un 36% que se declaró indiferente ante este asunto y un 50% que mostró algún grado de creencia en la cuestión. A ello se añade el hecho de un 45% del total considera esencial investigar en el campo de la supervivencia tras la muerte.
En lineas generales, los encuestados apuntaron a la falta de financiación y la oposición de las instituciones a investigar en el campo psi como dos de los más importantes problemas de la parapsicología contemporánea. También hubo un consenso casi general sobre la necesidad de que haya mayor formación, así como más intercambio entre los investigadores de laboratorio y los que trabajan en casos espontáneos.