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sábado, 1 de septiembre de 2018

El misterio de los cenotes mayas





Los imponentes templos y sus alrededores, en la península mexicana de Yucatán, son algunas de las huellas que ayudaron a descifrar enigmas de la civilización de los mayas, conocidos como los egipcíos de Améríca. Sin embargo, los avances de la arqueología subacuática y su investigación en los cenotes -unas misteriosas cavidades submarinas- prometen desvelar más secretos.A casi 50 metros de profundidad, en misteriosas cavidades subacuáticas que muy pocos se animan a explorar, hay puertas que se abren y cierran hacia épocas remotas. El mundo las conoce como cenotes y a simple vista parecen nada más que pozos de agua. Hoy os hablamos de los cenotes mayas.

Sólo cobran magia cuando los arqueólogos bucean en sus oquedades. Para ellos son como túneles del tiempo que permiten descubrir las huellas más ocultas de civilizaciones perdidas. En la península de Yucatán, que despliega toda su belleza en el sur de México y se extiende a sus países vecinos, hay miles de ellos; algunos arriesgan el número de 4 mil, otros aseguran que son 10 mil. Podría decirse que allí la naturaleza se empecinó en diseñarlos. De hecho, los antiguos habitantes de la región ya se topaban con ellos y los llamaban tso-not -palabra que luego derivó en dzonot y llegó hasta nuestros días como cenote-; y los respetaban. Veneraban su misterio. Les agradecían, tal vez, la posibilidad de tenerlos a mano en medio de una zona escasa en ríos y lagos. Páralos mayas -esa civilización que dejó las huellas más enigmáticas entre los pueblos prehis-pánicos- fueron mucho más que un motivo de culto. Ellos los utilizaron como una de las bases de su desarrollo. Construían a su alrededor los asentamientos importantes y les ofrecían sacrificios porque los consideraban fuentes de vida.
Incluso hoy, los casi cuatro millones de descendientes de antiguos mayas, realizan rituales como para “pedirles permiso” antes de tomar decisiones. Tanto protagonismo en el pasado fue fundamental para que su importancia se mantuviera vigente hasta estos años. Hace unos meses fueron escenario de la primera expedición arqueológica subacuática. Hasta ahora ninguna de las exploraciones involucró únicamente fines científicos: muchos nadaron en sus aguas sólo en busca de tesoros. Fue una misión que llevó a especialistas de primera línea, expertos buceadores y guías yucatecos a investigarlas entrañas de algunos de los más importantes. La misión, con el patrocinio del cana Discovery Chanel, se presentó en los preparativos como un esfuerzo para conocer sus dimensiones, su composición, y claro, la promesa de los hallazgos que suelen coronar este tipo de emprendimientos. Pero los resultados finales superaron los sueños previos.

Los nuevos hallazgos abren interrogantes sobre la verdadera antigüedad del hombre que pisó por primera vez esa zona, sobre el carácter de los rituales que realizaban -en épocas pasadas algunas de esas cavidades no estaban cubiertas de agua y los nativos podían ingresar en ellas a su gusto– y hasta sobre la antigüedad y uso que se les daba aun antecesor del caballo americano y a una especie de camélido, cuyos restos aparecieron misteriosamente bajo el agua. Son más y más interrogantes que, cómo evitarlo, remiten a los mayas, esa civilización espectacular que por muchos méritos se ganó el mote de los egipcios de América. Cualquier arqueólogo experto en culturas pre-hispánicas sueña con desvelar sus misterios, desde la inspiración para elaborar un calendario que aún resulta difícil de interpretar por su complejidad hasta las razones que los llevaron a su decadencia luego de dos mil años de puro esplendor. Ni hablar de sus conocimientos astronómicos o matemáticos. Luego de más de un siglo de investigación*” rigurosa sobre los vestigios de su cultura -sus imponentes templos, su legado de conocimientos- ahora los arqueólogos tienen motivos para festejar. Después de haber puesto la lupa en los tesoros de la superficie pueden continuar con los que se ocultan bajo el agua, en el trazado fantástico de los cenotes mayas.

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