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sábado, 11 de noviembre de 2017

Cultos megalíticos

Situado en Perú, es uno de los enclaves arqueológicos más desconocidos de América y a la vez de los de mayores dimensiones y que más misterios encierra. Pariahuanca era un centro de peregrinación al que acudían diversos pueblos precolombinos para realizar cultos, pero a la vez también constituía un sitio de observación astronómica, por si fuera poco, el lugar es el epicentro de numerosos avistamientos de ovnis, que incluso han llegado ha aterrizar a escasos metros de los testigos, dejando sobre el terreno evidentes rastros de su presencia.

Dentro de la cosmovisión andina, para mantener la unidad y el equilibrio social era necesario practicar ritos y ceremonias. En este sentido, la huanca o monolito era objeto de veneración y culto, puesto que como toda piedra constituía un lugar de descanso para los espíritus de los muertos y los dioses. La presencia de dichos monumentos pétreos en un espacio natural lo convierte en un lugar sagrado, representado siempre simbólicamente por la piedra colocada en forma vertical. Los megalitos o huancas son colocados como guardianes o benefactores del enclave donde se encuentran ubicados. Son centinelas y propiciadores del ganado y los cultivos y también protectores de los poblados. Suelen ser objeto de culto y adoración puesto que representan simbólicamente a los antepasados y personajes destacados del clan. Por eso los sacerdotes o chamanes se reunían en Parahuanca para rendir culto a los huancas. La señora Martina Tinoco, pastora residente en las proximidades de Parahuanca, contó que los huancas son los gentiles que moran en la montaña. Como algunos son familia e incluso pareja, cuando dos aparecen juntos, el más alto representa al hombre y el más pequeño a la mujer. Si a su lado son visibles piedras de menor tamaño, estas son los hijos. Según Martina, hablan unos con otros y a veces los residentes en la zona suelen escucharlos.

En el norte de Europa todavía perviven ritos heredados de antiguas civilizaciones como los celtas, que rendían culto a las piedras, las cuales solían colocar erguidas como símbolo de adoración y respeto. Aún hoy muchos residentes en dichas zonas siguen celebrando ceremonias con dichos monolitos. Por ejemplo, las mujeres que quieren quedarse encinta o bien lo están y pretenden que todo salga bien en el parto, rozan sus cuerpos con dichas piedras. En Galicia, al noroeste de la península Ibérica, se mueven o cambian de sitio ciertas piedras propiciadoras durante las largas sequías para que llueva. Incluso a veces los vecinos sacan en procesión las figuras de vírgenes o santos locales, que trasladan hasta los monolitos, aunando así el poder pagano y el cristiano con el objetivo de que caiga de lo alto el liquido elemento. En Japón esta costumbre aún pervivía hasta principios del siglo XX. En Galicia y norte de Portugal dichas piedras o grandes rocas se conocen precisamente por eso, por el nombre de penedo do pal (piedra del padre).

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