La experiencia religiosa de encuentro con la divinidad o comunicación con Dios no es inalcanzable ni privilegio de místicos y chamanes. Tal experiencia en posible porque la maquinaria neurológica humana está dotada para ta fin. Muchas personas corrientes la han tenido para tal fin sin pretenderlo o explorarlo con algunas de las múltiples vías que la propician.
En la actualidad se consideran como extáticas experiencias muy diversas, como la muestra, por ejemplo, la definición que ofrece el doctor neoyorquino Mike Samuels, especializado en técnicas médicas de visualización: <<El éxtasis es un estado no ordinario de la mente que incluye estado de trance, sueños lucidos, visiones, alucinaciones, ensueños y meditación profunda. Esta definición permite incluir entre muchas otras las experiencias de los chamanes (auténticos especialistas del éxtasis), así como las de aquellas personas que entran en trance durante un frenesí colectivo incontrolable, como les ocurría a los maníacos danzantes en la Italia del siglo XIV, a los convulsionarios franceses de la Saint-Medard (1730), a los miembros de la iglesia Apostólica Católica fundada por el reverendo Edward Irving en 1831y a los pentecostalistas norteamericanos del siglo XX.
Los primeros cuáqueros, los mormones, los Shakers y algunos de los primeros conversos al metodismo también son ejemplo de grupos religiosos decimonómicos que regularmente experimentaron trances extáticos. En Haití también hay colectivos de danzantes vudú que aspiran a contactar con un nivel más elevado de existencia espiritual. Aunque se puede alegar que muchos de estos trances -al igual que los experimentados por jóvenes actuales a son de la música electrónica- poco tienen que ver con el éxtasis místico en el que el sujeto tiene a certeza absoluta de que Dios está presente -no vamos a discutir los riegos de éstas prácticas colectivas-, la calidad de la experiencia es intransferible. Si uno cree haber experimentado la unión con Dios, nadie podrá convencerle de lo contrario.
Los primeros cuáqueros, los mormones, los Shakers y algunos de los primeros conversos al metodismo también son ejemplo de grupos religiosos decimonómicos que regularmente experimentaron trances extáticos. En Haití también hay colectivos de danzantes vudú que aspiran a contactar con un nivel más elevado de existencia espiritual. Aunque se puede alegar que muchos de estos trances -al igual que los experimentados por jóvenes actuales a son de la música electrónica- poco tienen que ver con el éxtasis místico en el que el sujeto tiene a certeza absoluta de que Dios está presente -no vamos a discutir los riegos de éstas prácticas colectivas-, la calidad de la experiencia es intransferible. Si uno cree haber experimentado la unión con Dios, nadie podrá convencerle de lo contrario.
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