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miércoles, 21 de febrero de 2018

Una visión esotérica del hombre






...Según Daniel Ruzo

El centro del ser humano es lo único que se puede considerar coexistente con él, es su propio cuerpo que, limitándolo en el espacio, le da la ilusión de que está solo y de que es una unidad. Mientras vive dormido, su cuerpo forma hábitos y vicios, y lo domina. Cuando despierta, si domina su cuerpo puede aprovechar todas las fuerzas de la vida a través de él.

La primera idea fundamental que debe tener sobre su propio cuerpo es que está dividido. Esta realidad física que consideramos de poca importancia, desde antes del nacimiento, las divisiones de la conciencia: la mente queda dividida en dogmática y mágica, la vida es diurna y nocturna, y el sexo es masculino y femenino.

La actitud mágica que nos vemos obligados a aceptar ante las manifestaciones de la energía nos permite solamente adivinar que debe haber leyes que la rigen y a las que no puede llegar nuestro débil entendimiento, por lo tanto, la primera obligación del hombre es unificar su conciencia y, despierto dominar su propio cuerpo. Las tres divisiones del cuerpo humano han producido la variedad de los seres y la posibilidad de su evolución. En el padre, en la esencia, deben unirse indisolublemente lo dogmático y lo mágico. Son dos sistemas que tiene el hombre de crear su mundo ilusorio.

Sin estas tres uniones, el hombre no puede ser un individuo. Mientras no lo sea no puede intentar la mutación y la resurrección al tercer día. Solo el iluminado puede intentarla y el hombre solo puede ser transformado por la luz cuando reúne en sí la esencia y la vida separadas desde el nacimiento. Solo entonces, el hombre habrá comido del árbol de la vida. Será como dioses.

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