Gracias a la novela de terror gótico de Bram Stoker Drácula, mucha gente asocia a los vampiros con la región rumana de Transilvania. Sin embargo, ha sido apenas hace unos 25 años cuando los rituales antivampiros han dejado de practicarse en Bulgaria.
Estos rituales llevaban desarrollándose desde al menos el siglo XIII.
En las creencias tradicionales búlgaras se decía que las ‘malas personas’ podían transformarse en vampiros tras su muerte si no eran apuñalados en el pecho con una barra de hierro o una estaca de ser enterrados.
La estaca serviría también para clavar los muertos a sus tumbas a fin de que no pudieran aterrorizar a los vivos al llegar la medianoche.
El arqueólogo búlgaro Nikolay Ovcharov afirmaba al respecto que
“No somos un pueblo medieval para creer en vampiros, pero en el pasado la gente creía en su existencia, y llevaba a cabo ceremonias para impedir que los muertos se convirtieran en estas diabólicas criaturas.”
Ovcharov, llamado en ocasiones “el Indiana Jones búlgaro”, explicaba además que en algunos pueblos de Bulgaria había una persona especialmente escogida para clavar las estacas en los cuerpos de los muertos hasta hace apenas 25-30 años.
Equipo para cazar vampiros de aproximadamente el año 1840 se han descubierto.
Se han descubierto en Bulgaria más de 100 restos humanos a los que se había aplicado un “tratamiento antivampiros”.
Todos ellos eran varones y ciudadanos destacados. Se encontró uno de estos esqueletos de “vampiros” en la ciudad costera de Sozopol, en el año 2012, y fue hallado otro en Perperikón, un lugar sagrado de hace 7.000 años situado en lo más profundo de los montes Ródope.
Aunque la mayoría de la gente afirma que los vampiros son un producto de la superstición y las creencias populares, aún queda una minoría que asegura que los vampiros existen.
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