Buscar este blog

martes, 17 de abril de 2018

El misterio del amor

Por Lola Beccaria







A fines de 1936, Eduardo VIII, rey de Inglaterra, enamorado de la divorciada americana Wallis Simpson y ante la presión política, que le impedía casarse con ella, decidió abdicar. Así que en lugar de renunciar a su amor por la señora Simpson, renunció a un reino entero, dejando al personal patidifuso ante semejante quijotada.


La sociedad sabe del poder del amor, y necesita, como estructura de gestión humana, controlar ese poder. Cualquier adulto sabe que el amor, en un momento dado, puede llevase por delante lo que le pongan, matrimonios de toda la vida, reinos o el planeta entero. Por amor podemos quemar las naves, romper con todo. Y esa verdad ya supone un misterio en si mismo.

El primer revolucionario fue Jesucristo, que retó a la autoridad  establecida con su mensaje jipi, "amaos los unos a los otros", y pago su precio altísimo. Las sociedades no podían permitirse que la gente se desmandara por obra de un sentimiento que no podían controlar. Y aunque desde entonces las cosas han cambiado mucho, no se han dejado de perseguir las clave de un sentimiento que paradójicamente es cada vez más misterioso. Desde los púlpitos de la ciencia, en una convulsiva búsqueda por desentrañar el misterio del amor, han ido reduciendo cada vez más al ser humano a un mero perro de Palov, justificando el amor mediante tecnicismos sacados de la bioquímica. Al parecer, son la oxitocina, la feniletilamina, las feromonas, etc, los culpables tanto del éxtasis sublime como el sufrimiento al límite con que nos zarandea la pasión amorosa. Y así, muchos prefieren pensar que el amor es algo menor es algo menor, un simple estímulo biológico para el apareamiento, antes que admitir que el amor se sale de todo el esquema y que ha resultado ser una sorpresa incluso para la propia naturaleza.  ¿O no es igualmente cierto que también el amor puede ser un mecanismo defectuoso que destruye las parejas, impidiendo, por consiguiente, su supuesta reproducción?



Cuanto más la perseguimos más se nos escapa de las manos la verdadera respuesta sobre esta cuestión esencial. Sea o no sea la excusa para perpetuar la especie, el amor necesita del misterio. Pues no estando atado a las normas de la lógica, se despliega sin cortapisas y nos permite entregarnos a una práctica que en sí es gozosa precisamente por eso mismo, porque se escapa a los frenos de nuestro calculador cerebro. Así, para perpetuar el amor, es crucial que el otro nos vea a través de un velo de misterio, preservar, siempre, una parte inaccesible de nosotros mismos que represente, para el otro, un reto de conocimiento, ya que el espíritu humano se siente atraído, como un imán, hacia la conquista de lo desconocido.



Pero ¿Que es el amor en realidad? El amor es un diálogo entre dos almas ¿Y por qué no podemos desentrañar se misterio? Pues justamente porque el alma no es racional. Es como esos archivos del ordenador a los que has acceso. Se llaman "carpetas ocultas". Y el alma es un archivo inaccesible que nuestra mente no puede abrir. Pero, al mismo tiempo, el amor se protege así de se desentrañando, para que no sea destruido. Quedamos a las puertas de este misterio es por tanto, lo mejor que nos puede pasar se queremos vivir el amor en toda su intensidad

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

La ciber guerra y el Día cero

La naturaleza de la guerra está cambiando y acciones que actualmente no son consideradas como “guerra” podrían convertirse en los pr...

Entradas populares