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lunes, 24 de julio de 2017

Nikola Tesla y las matemáticas pitagóricas

A Nikola Tesla sus colegas nunca le apreciaron. Él fue quien inventó la primera bobina que convertía la corriente continua en alterna, un logro decisivo para el uso a gran escala de la electricidad. También fue el primero en formular el concepto de láser y del circuito sintonizado en que se basó la radio, aparte de ser el precursor del tubo de luz fluorescente y de muchos otros ingenios técnicos que se difundieron en el siglo XX. Pero Tesla tenía un gran inconveniente. En primer lugar, reconocía que su famosa bobina, como otros hallazgos suyos, habían nacido de estados de iluminación repentina, que el denominaba <<fogonazos de intuición>>. Además, aseguraba que el Universo estaba regido por una Ley de Octavas, un concepto cuya fuente original era la teoría pitagórica, cuyo misticismo irritaba al materialismo imperante en la comunidad científica.

En 1860, poco antes de que Tesla inventara su bobina, el químico John Newland había sido expulsado de la Royal Chemical Societey por afirmar que todos los elementos químicos se agrupan en familias de 8 por la misma razón: su teoría era sospechosa de <<superchería mística>>. Quince años más tarde Mendeliev, con su tabla periódica -nacida de un sueño-, pudo probar que Newland tenía razón y hubo que disculparse y readmitirlo. Pero la mística de Pitágoras siguió molestando hasta hoy, a pesar de que la repudiada Ley de Octavas también salió a la luz con el descubrimiento del ADN y con la evidencia de que en toda forma de vida existen 8 elementos básicos, como confirma la bioquímica.

Como ignorarlo arbitrariamente era impresentable a la luz de sus contribuciones, en 1912 le nombraron para el Premio Nobel de física. Pero Tesla ni siquiera se dignó aceptarlo porque, como el mismo declaró, deberían habérselo concedido en 1909, en lugar de distinguir a Marconi, puesto que suyo había sido el también el mérito del principio en que se basa la radio. Tras su muerte, los servicios de inteligencia se apresuraron a hacerse con todos sus escritos, entre los cuales abundaban proyectos futuristas, algunos de los cuales -como <<el rayo de la muerte>>- ya proponían a comienzos del siglo XX el mismo empleo de los haces de energía como arma que hoy promueve el proyecto <<Guerra de las galaxias de EEUU>>.

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