Maniqueos, gnósticos, paganos...Estas y otra etiquetas colgaron a los priscilianistas, que difundieron y predicaron en la historia romana las doctrinas de un seglar de clase alta llamado Prisciliano, quien promovía una espiritualidad profunda marcada por el ascetismo. La iglesia de la época, intransigente y poderosa, pronto vio en aquel hombre la encarnación de la herejía, y no se detuvo ante nada hasta verle sobre el cadalso.
No resulta fácil acercarse a la verdadera personalidad de Prisciliano, dado que apenas existen datos fidedignos que puedan contrastar una biografía contrastada. En cualquier caso, los expertos coinciden en que el laicismo marco sus orígenes. Eso y el hecho de que perteneciera a una familia aristócratas muy ricos. También resaltan que poseía un nivel cultural elevado, como se deduce de la lectura de sus Tratados y Cánones. En cuanto a su formación, se rumorea que fue iniciada en el gnosticismo por un monje llegado de Egipto llamado Marco de Menphis y que, mas adelante, estudio en Burdeos junto a Elpidio, quien le habría introducido en el druidismo. Con seguridad, Prisciliano comenzó a difundir su ideario alrededor del año 375. Considerado por algunos como heredero del maniqueísmo, este se caracteriza por una espiritualidad profunda, basada en el Antiguo Testamento y los apócrifos. Ademas, rezuma cierto radicalismo ascético, ya que promueve, entre otras cosas, el desprecio por los asuntos mundanos, el ayuno dominical, el retiro a las montañas, la virginidad...Se dice de sus seguidores que permitían a las mujeres leer la Biblia en casa de hombres con los que no tenían parentesco, se guiaban por el cosmos y andaban descalzos, lo que es interpretado por diversos autores como un guiño a cultos paganos. También hay quienes ven en las ideas priscilianas un reflejo del malestar social de la época, a la vez que un arma para denunciar el poder de la iglesia. Tras lo anteriormente relatado, a nadie puede extrañarle que Prisciliano y sus acólitos se granjearan poderosos enemigos, mas si cabe después que este asumiera la prelatura superior de Avila, consagrado por dos obispos afines. Así, mientras el priscilianismo ganaba adeptos y traspasaba fronteras, su impulsor
se deslizaba irremediablemente hacia su trágico final.
El y un puñado de sus discípulos mas cercanos fueron juzgados y ajusticiados en Treveris, en el año 385. Sobre ellos pesaba la acusación de maleficium, esto es, haber provocado daños mediante artes de hechicería. con su muerte, no solo no se reprimió la herejía, sino que esta quedo reforzada y Prisciliano alcanzo la categoría de mártir.
De Prisciliano de Avila se supone que nació en alguna parte de la Gallaecia romana, pero las fronteras de esta provincia del imperio, en tiempos de Dioclesiano (245-311 d.c), se extendían mucho mas allá de lo que comprenden en la actualidad. Sin embargo, tradicionalmente se ha dado por segura su condición de gallego, quizá debido al fervor priscilianista que arraigo en el noroeste de la Península. En cuanto a los restos del mártir, sabemos que fueron llevados a Hispania y que su tumba era muy visitada, pero su ubicación exacta constituye un misterio.
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