En abril de 1945, el séptimo Ejército norteamericano avanza hacia Berlín después de días de asedio a la antigua ciudad de Nüremberg. La batalla ha sido extraordinariamente dura. La plaza estaba bien guarnecida con cien panzers, veintidós regimientos de artillería y casi veinticinco mil soldados SS. Ha sido una victoria por desgaste. Cuatro días en los que las baterías de la división Thunderbird no han cesado ni un segundo. Cientos de toneladas de metralla han reducido la ciudad a cenizas. Así hasta el 20 de abril, el día en que el Führer cumplía 56 años.

Los aliados le hicieron un bonito regalo; después de un lustro de combates encarnizados y millones de muertos, la bandera americana era izada sobre la techumbre del Museo de la Guerra de la ciudad medieval. Berlín estaba cada vez más cerca.
Apenas diez días después Adolf Hitler, rumiando contra la traición de sus generales, enloquecido, aventajado y con los soviéticos campando a sus anchas por la capital del Riech, agarró con fuerza su Whalter PPK de 7,65 mm y la introdujo en su boca. Después su esposa, Eva Braun, seguiría sus pasos. En otra estancia contigua, Goebbels, su esposa y cinco hijos hacían lo propio, ingiriendo varias capsulas de cianuro. ¿Había acabado todo?
Siete años antes, otoño de 1938. del puerto de Hamburgo zarpaba el barco MS Schwabenland. La misión, secreta, estaba capitaneada por el veterano miembro de la Kriegsmarine Alfred Ritschter. La Sociedad Alemana de Investigaciones Polares llevaba años viajando a los polos con el firme propósito de establecer estaciones balleneras, ya que por aquellas fechas el aceite del cetácio era fundamental para elaborar productos de primera necesidad como el jabón.
En enero de 1939 llegaron a las costas de la Reina Maud, en la Antártida. Allí establecieron una base temporal y dio comienzo la exploración. En apenas seis meses lograron cartografiar más de 550.000 km2 de territorio antártico, sobrevolando algunas de las regiones más inhóspitas de continente austral. Y además fueron lanzando con intervalos de 40 kilómetros unos conos de un metro y medio de alto para delimitar el territorio explorado. Que pasaría a ser bautizado como Nueva Suabia -Schwabemland- y que pretendían incluir en el listado de tierras conquistadas por el Tercer Reich.
La situación se había precipitado una vez observado el creciente interés de Noruega por anexionarse esta tierra, dado que el país nórdico era el mayor proveedor de aceite de ballena de Alemania, lo que creaba una dependencia extraordinaria y peligrosa, a la vista de como iban evolucionando los acontecimientos en el viejo continente.
Tras miles de horas de vuelo y más de 15.000 fotografías, lograron detectar una región en la que abundaban las fuentes termales, alrededor de las cuales florecía vegetación en mitad de un mundo demasiado blanco. No en vano el enclave es conocido como Oasis Schirmacher, en honor al capitán Richard Heinrich Schirmacher, quien fue quien lo sobrevivió por primera vez.

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