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martes, 22 de agosto de 2017

El enigma de los Tulpas Tibetanos

Durante miles de años, la cordillera del Himalaya ha permitido a sus moradores desarrollar y preservar sus creencias sin el peligro de la injerencia exterior. Asimismo, la dureza del entorno ha convertido a los tibetanos en personas recias, fuertes de mentes y predispuestas al sacrificio necesario para alcanzar sus metas materiales y espirituales. Es por ello que los maestros budistas de esta parte del mundo, los llamados yoguis, han alcanzado un altisimo grado de conocimiento en cuanto al poder de la mente humana se refiere.
Fruto de esa sabiduría, son los tulpas, definidos por los propios yoguis como figuras visibles, e incluso tangibles, creadas por la imaginación de un individuo como exigencia en su camino de aprendizaje.

Una Europea en el Himalaya
En Occidente los tulpas fueron conocidos gracias a Alexandra David-Neel, una mujer de carácter aventurero nacida en Paris en 1868 y que, tras estudiar en la Sorbona, decidió viajar al Tibet para explorar zonas remotas nunca antes pisadas por un viajero blanco. En 1924 se convirtió en la primera mujer europea en penetrar en la ciudad santa y prohibida de Lhasa, donde vivió dos meses disfrazada de mendiga.

Por sus años de exploración en el Himalaya, la Sociedad Geográfica de París la premio con la medalla de oro y con el nombramiento de caballero de la Legión de Honor. 

Sin embargo, el mayor mérito de David-Neel consistió en haber logrado aprender conocimientos hasta entonces vetados a los occidentales y transmitirlos a Europa gracias a sus libros. Porque esta francesa quedo tan cautivada por la espiritualidad tibetana, que decidió convertirse en una aprendiz más para comprender esa cultura que tanto le fascinaba, rechazando los prejuicios occidentales adquiridos durante su adolescencia y entrando a vivir en un monasterio acompañada por varios monjes tibetanos.
Según relata en su libro Magic and Mistery in Tibet, uno de los aspectos que más le sorprendió de aquella cultura fue observar directamente la formación de varios tulpas. Y cita dos casos. Primeramente el de un hombre que, estando concentrado, logro materializar un doble de sí mismo al que pudo incluso tocar antes que se desvaneciera y, tiempo después, la observación del doble de un lama al que ella conocía y que ese instante se encontraba a varios kilómetros de allí.

Tan intrigada quedó David-Neel por los tulpas, que ella misma solicitó ser instruida para poder crear uno. Así. tras meses de meditación profunda, y siempre según sus escritos, logró materializar a un monje bajito, gordo y bondadoso que aparecía y desaparecía durante los viajes de David-Neel entre Francia y el Tibet. <<No era necesario que pensara en el para que apareciera>>, comenta en el libro citado, <<la ilusión era principalmente visual, aunque a veces sentía como si una mano me rozara ligeramente y, una vez, esa mano pareció tocar mi hombro>>.

Sin embargo, la cada vez menor concentración de David-Neel pareció jugar en su contra, narrando como  <<el hombre gordo con mejillas regordetes enflaqueció, su rostro adoptó una expresión vagamente burlona, astuta y maligna. Fue más problemático y atrevido, En breve escapó de mi control>>. Alarmada, acudió a los yoguis para disolver esa creación que tanto temor comenzaba a infundirle, tardando seis meses en conseguirlo. De esa experiencia la francesa sacó muchas conclusiones, pero pocas sorpresas, ya que según aseguró; <<No hay nada extraño en el hecho de pueda haber creado mi propia alucinación. Lo interesante, es que estos casos de materialización otras personas ven las formas de pensamiento creadas.

Y es que ese es el punto más controvertido de los tulpas: la capacidad de otras personas para observar el ser creado en la imaginación de alguien en particular. Pero antes habría que responder. ¿Es posible generar una imagen de este tipo, tan vívida? Para los lamas indudablemente si, al concebir los tulpas como el resultado de la capacidad mental que todos poseemos para crear formas físicas. A fin de comprender esta realidad, afirman, debemos considerar que el pensamiento es mucho más que una función intelectual, siendo capaz de afectar a la materia espiritual que impregna el mundo circundante

Los lamas tibetanos explican que el Universo que nos rodea es ya de por sí una simple visión mental y que todo lo que sucede en él ocurre al ser concebido por el espíritu humano. Por así decirlo, como si pudiésemos ver o apreciar solo lo que nuestra mente es capaz de hacer, quedando oculto aquello que ésta aún no alcanza a observar. Por ello, el objetivo de la iniciación religiosa es aumentar la capacidad de observación y asimilación, para acceder al mayor número de realidades posibles, entre las que se encuentran los tulpas.

Respiración y meditación
Crear estas figuras no responde a ningún cometido especial, más allá de construir una de tantas pruebas es el proceso de aprendizaje de los aspirantes a lama. Es decir, una vez han sido formados, los tulpas no se convierten amigos, ni en maestros ni compañeros inseparables de sus creadores, hasta el punto de asegurarse que puedan llevar una vida independiente a la de estos últimos.

Las vías para alcanzar el estado de concentración que permita crear un tulpa son dos: la respiración y la meditación, la segunda se desarrolla frente a un kylkhor. En su modo más básico, se trata de un diagrama diseñado sobre una tela o papel y, más complejamente, un dibujo representando a una divinidad tutelar en su centro, llamado yidam, rodeado de otros personajes y escenas diversas.

El cometido de los los lamas es que sus aprendices lleguen a un estado de concentración tal, que sean capaces de hacer que las escenas dibujadas en el kylkhor evolucionen, se muevan...adquieran vida propia. Si el alumno lo consigue comprenderá que todo el fenómeno terrenal nos es más que un espejismo surgido de la imaginación, pudiendo de ese modo dominar sus temores y sensaciones, el frío o el calor. Es la victoria del espíritu sobre la materia, a la que controla completamente.

La proyección de los tulpas debe enmarcarse en este pensamiento, al ser concebidos como formas mentales muy poderosas, existentes no como resultado accidental de un proceso mental, sino como consecuencia de la voluntad.

Realidad o imaginación
Pero, ¿Por qué los tulpas pueden ser vistos por personas ajenas a quienes los han creado? ¿Es cierto que son capaces de interactuar con la materia? Respondiendo a la primera cuestión, entre los propios lamas existe una doble interpretación. Unos creen que el tulpa es una forma física incuestionable. Para otros, sin embargo, no es un elemento netamente material, sino una imagen que puede ser observada por los demás en tanto que el pensamiento de su creador se impone sobre las voluntades se quienes le rodean.

También los psicólogos occidentales han dado su opinión  al respecto, señalando que los tupas podían coincidir con lo que ellos denominan <<formas de pensamiento>>, imágenes surgidas de la psique de uno o de un grupo de individuos en condiciones especiales y muy intensas, como un momento de pánico colectivo o de fervor religioso. Emociones vividas tan intensamente que dejan un rastro perceptible en el entorno, propiciando la visión de imágenes de personajes relacionados con esta pulsión en particular. Por este motivo, para los ocultistas, el fenómeno de los tulpas está íntimamente relacionado con la aparición de seres fantásticos, con ciertas manifestaciones espectrales e incluso, con las visitas de la virgen María. Supuestas realidades observadas y ratificadas casi siempre por un número reducido de personas y que raramente vuelven a repetirse ante otras. Así, sería ese profundo e intenso sentimiento compartido el que provocaría que todos ellos pudieran observar esa imagen.

Explicaciones mundanas
Para la ciencia, por el contrario, la explicación es mucho más prosaica, emparentándola en cierta forma con la expresada por ese sector se los lamas que abogan por el dominio de su pensamiento sobre el resto, aunque extrayendo todo el misticismo tibetano.

Según los científicos, podríamos estar ante brotes esquizofrénicos, si no fuera porque también otras personas afirman observar las mismas imágenes. Por ello, creen más bien que debería hablarse de alucinaciones inducidas por el poder de la sugestión. Así esta demostrado, que aquellas personas que poseen gran fervor religioso, o dedican un prolongado espacio de tiempo a la contemplación, rezo y el ayuno, son capaces de visualizar figuras y de hacerla ver a los que les rodean mediante la sugestión, siempre que ellos participen de esa misma euforia y se esfuercen por ver algo.

Interactuando con el entorno
Pese a estas posibles explicaciones aún quedaría por responder la segunda cuestión: ¿Pueden los tulpas interactuar con la materia? Recordemos que la propia Alexandra David-Neel afirmó haber sentido <<como si una mano me rozara ligeramente y, una vez, esa mano pareció tocar mi hombro>>. Los lamas afirman que sí es posible , de la misma forma que el entorno actúa sobre el ser humano mientras este no aprende a controlar sus pensamientos, para a su vez, controlar el entorno.

A este respecto, David-Neel observa que <<el olor de una rosa fantasmal puede llegar muy lejos y una casa espectral alojar a viajeros de carne y hueso>>. Porque los tulpas no siempre son imágenes de personas, también pueden materializarse paisajes. flores, animales...Con el propósito de probar esa posible interacción, el psiquiatra inglés Morton Schatzman contactó con una joven que aseguraba que figuras humanas indistinguibles de la gente real, que sostenían objetos y mantenían conversaciones con ella. En su laboratorio Schatzman sometió a Ruth -nombre que dio a la muchacha para proteger su identidad- a diversos experimentos controlados. Durante uno de ellos, <<Ruth>> aseguró que una de las figuras se estaba lavando los dientes con un cepillo real. Sin embargo, al examinarlo, el doctor comprobó que este permanecía limpio y no había sido usado por largo tiempo.

Así, el misterio de los tulpas sigue vivo, pese a que muchos discutían su existencia real, en tanto que otros buscan las causas por la que estos cobran vida e incluso interactúan físicamente con el entorno. Causa que llevan, nueva e irremediablemente, a hablar del tremendo poder que atesora la mente humana.









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