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miércoles, 23 de agosto de 2017

La Casa Blanca: un edificio Masónico

A mediodía del sábado 13 de octubre de 1792, la taberna Fountain Inn de Georgetown -hoy uno de los barrios más prominentes de Washington  D.C- era un hervidero de gente. Multitud de vecinos y curiosos de la localidad habían acudido hasta allí atraídos por la ceremonia de colocación de la primera piedra de la que iba a ser la <<Casa del Presidente>>, hoy más conocida como Casa Blanca. Entre la multitud destacaban un grupo de hombres, ataviados con vestiduras y parafernalias masónicas, que iniciaron la marcha hasta el lugar previsto de la construcción. Una vez en el punto exacto, el maestro de la logia nº9 de Maryland. Peter Casanave, ofició la ceremonia, colocando la piedra fundacional en la esquina suroeste del solar, pronunciando una oración y depositando una placa metálica que conmemoraba la ocasión. Entre los presentes, además de los comisionados del distrito federal y los curiosos de Georgetown y poblaciones vecinas, se encontraba el arquitecto del edificio, el irlandés James Hoban quien, curiosamente también era un hermano masón.

El edificio de la Casa Blanca, una construcción que en las últimas décadas se ha visto popularizada por una serie de teorías que, según sus autores, la convierten en foco de una plan oculto orquestado por la masonería en los primeros días del nacimiento de la que hoy es la nación más poderosa del mundo. Según esta hipótesis, la Casa Blanca, el Capitolio y otros monumentos de la capital, así como la propia ciudad de Washington, fueron concebidas minuciosamente para plasmar una compleja simb
ología masónica.

Mientras para unos esta supuesta planificación oculta demuestra el papel de la masonería en la independencia y posterior surgimiento de la nación, para otros es una prueba del caracter maligno de los gobernantes de EE.UU, o simplemente un medio simbólico para sacralizar, literalmente,el espacio ocupado por la capital del país.

En la gestación de sus ideas de unos y otros, ha tenido mucho que ver el hecho de que, efectivamente, algunos de los enclaves más destacados de la capital - como la Casa Blanca, el Capitolio o el monumento a Washington- fueran inagurados oficialmente mediante ceremonias masónicas de cierta relevancia. Una circustancia a la que hay que sumar el hecho incuestionable de que, entre los cuarenta y cinco presidentes que ha tenido EE.UU hasta la fecha, una parte nada despreciable de los mismos haya pertenecido a la masonería. Entre ellos el primero, George Washington.

Pero ¿que hay de cierto en las teorías sobre la implicación masónica en la construcción de la capital federal del país y de la Casa Blanca? ¿Formaban parte de un diseño de compleja simbología?

El arquitecto Hoban: católico y...Masón
Cuando nació en el condado irlandés de Kilkinney, los padres de James Hoban, sirvientes en la mansión de la acaudalada familia Cuff, no podían imaginar que su hijo se convertiría con los años en uno de los constructores, literalmente, de una nueva nación. En aquellas fechas estaba prohibido que los campesinos irlandeses recibieran una formación académica. Sin embargo, los Cuff decidieron que el pequeño James se educara en la propia mansión. Algunos años después, consiguieron para él una plaza en la Real escuela de Dibujo de Diblín, y Hoban acabó como aprendiz del arquitecto Thomás Ivory.

Cuando terminó la Revolución en América, Hoban decidió probar suerte en la nueva nación y cruzó el atlántico, estableciéndose en Charleston. Allí recibió algunos encargos, como la construcción del tribunal, el Orfanato o el teatro de la ciudad. Poco después, Charleston recibió la visita de George Washington y algunos de los prohombres de la ciudad presentaron a James Hoban al primer presidente de EE.UU. Aquel encuentro fue fructífero, pues cuando Washington convocó un concurso para la construcción  de la futura Casa del Presidente, escogió - entre decenas de propuestas- el diseño realizado por el joven Hoban.

El enclave concreto para la edificación fue elegido por el propio Washington, con el asesoramiento del primer urbanista de la capital, el arquitecto francés Pierre L'Enfant. Para entonces (julio de 1792), Hoban ya era miembro de la logia nº9 de Maryland, aunque las relaciones del arquitecto irlandés con la masonería no terminaban ahí. Varias fuentes de la época señalaron entonces que Hoban había basado su diseño para la Casa Blanca en un edificio de Dublín, la Leinster House. Esta mansión había sido construida por James Fitzherald, duque de Leinster, quien, según numerosos autores, era también masón y fundador de la logia de los Caballeros Templarios nº75 de Kilwinning en 1749. Al parecer, Fitzherald habría escogido la mansión de Leinster para celebrar las reuniones de su logia.

Por otra parte, una tradición local aseguraba que a comienzos del siglo XIII, el antepasado del duque, Maurice Fitzherald, había invitado a los templarios a establecer una de sus casas de banca en la ciudad, iniciando así una estrecha relación con los caballeros. De cualquier modo, no existe ninguna razón para sospechar que Hoban escogiera un diseño similar al de Leinster House por sus supuestas vinculaciones con la masonería o los templarios. De hecho, lo más probable es que su decisión tuviera únicamente un sentido estético, ya que con seguridad conoció perfectamente el aspecto de la mansión, pues estudió varios años en Dublín, en una escuela de Dibujo que, precisamente, patrocinaba el duque de Leinster.

Si hay, por el contrario, otras vinculaciones más claras entre la Casa Blanca y la masonería. Poco después de que Hoban y sus hermanos masones de la logia nº9 de Maryland celebraran la ceremonia masónica de la Primera piedra, los obreros comenzaron los trabajos de construcción bajo las órdenes de Colin Williamson, jefe de obras de origen escocés. Williamson era sobrino de John Suter, propietario de la Fountain Inn (donde se celebraban las tenidas de la logia de Maryland). Ambos -tío y sobrino- eran masones. Suter pertenecía a la logia nº9 y Wlliamson a una escocesa.

La participación de Willianson en las obras se prolongó hasta 1794, cuando tuvo unas discrepancias con Hoban por los salarios, y cesó su colaboración. Aquel contratiempo obligó a los promotores a buscar nuevos obreros, que finalmente llegaron desde Escocia. Concretamente, la mayor parte de los trabajadores pertenecían a la logia nº8 de Edimburgo, en la que todavía quedan numerosos masones operativos. Algunos de aquellos trabajadores llegados desde Edimburgo para trabajar en la Casa Blanca se quedaron en EE.UU al terminar la obra, y acabaron formando parte de la logia federal nº15 de Maryland.

La teoría Ovasón
En su libro Talisman, Ciudades sagradas, una fe secreta (Martinez Roca, 2009), Robert Bauval y Graham Hancock señalan, que existía un alineamiento de la avenida de Pennsylvania y la elevación en el firmamento de Sirio, la estrella más brillante de la bóveda celeste. Dada la relación de Sirio con la diosa Isis en el antiguo Egipto, Hancock y Bauval plantearon que dicho alineamiento no puede ser casual. Los dos autores basaban parte de sus hipótesis en un trabajo anterior publicado por el astrólogo David Ovason: La arquitectura sagrada de Washington (Martinez Roca 2008).

En esta obra, Ovason asegura que Pierre L'Enfant y Andrew Ellicott (otro de los urbanistas) diseñaron el plano de la ciudad para introducir simbología oculta de tinte masónico. Según el astrólogo, La Casa Blanca, el Capitolio y el monumento a Washington fueron ubicados y construidos para generar en la tierra un triángulo que reflejase la posición en el firmamento de la constelación de Virgo.

Este <<triángulo estelar>> se vería reforzado con una curiosa alineación astronómica que se produce el 10 de agosto, y que conectaría simbólicamente <<el Capitolio y la Casa Blanca, que quedan unidos por el disco del sol que se pone por el horizonte occidental>>. Todas estas posiciones astrológicas tendrían como finalidad celebrar el misterio de Virgo, una representación de la diosa Isis, a su vez identificada con Ceres y la Virgen María.

Ceremonia simbólica
Sin embargo, queda aún otro elemento relacionado con la masonería pendiente de explicar: el de las distintas ceremonias de colocación de la piedra angular llevadas a cabo en la Casa Blanca, el Capitolio y otros edificios de la ciudad. Efectivamente, estos actos tuvieron un carácter inequívocamente masónico. Sin embargo, y pese a lo que pueda parecer, esto no significa que tales ceremonias tuvieran una finalidad masónica oculta. Su realización posee, ciertamente, una gran importancia para los masones, pero se trata de actos que, salvando las lógicas diferencias, podrían compararse a las ceremonias de bendición cristianas que realizan sacerdotes en edificios de todo tipo.

Incluso en la actualidad, logias de todo tipo en el mundo siguen desarrollando inauguraciones similares en edificios públicos como hospitales, colegios o universidades, y cuya única finalidad es desear un buen fin a las actividades que allí se van a realizar. Teniendo en cuenta que un buen número de masones ocuparon cargos de importancia en el nacimiento de la capital federal no es extraño que quisieran <<dar arranque>> a la nueva nación de la mejor forma posible, mediante un acto que para ellos era de gran importancia y estaba cargado de ideales con profundo significado.






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