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jueves, 24 de agosto de 2017

¿Qué es el Maniqueísmo?

¿Realmente hay fuerzas del Bien y fuerzas del Mal? ¿Podrían existir unas sin otras? ¿Que papel ocupamos como especie en esta inevitable confrontación de poderes? El sabio Mani respondió a estas preguntas. Todo comenzó cuando, según la leyenda, de niño recibió la visita de un ángel de pura luz que le habría revelado una serie de verdades destinadas a cambiar el mundo. Cuando doce años más tarde, la misma presencia instó a Mani a predicar por todo el planeta lo que había aprendido, el joven iluminado no dudo ni un instante en viajar por Irán, Egipto y otros países, erigiéndose como el profeta de la nueva fe surgida bajo auspicio directo de la luz: acababa de nacer el maniqueísmo, una religión de carácter esotérico (debido a la revelación mística experimentada por su fundador) que se nutrió de todo tipo de credos y sistemas de pensamiento para forjar su doctrina.

El resultado es un rico sincretismo religioso en el que pueden apreciarse influencias del zoroastrismo, el mazdeísmo, el budismo, el mandeísmo y el cristianismo. Un vasto heterodoxo núcleo de conocimientos sagrados que hicieron del culto de Mani algo único. Se trata en esencia de un credo universalista y de naturaleza gnóstica cuya razón de ser es una concepción radicalmente dualista de la realidad. Según los maniqueos, el universo es el escenario de una lucha continua entre dos inmensos poderes: la luz y las tinieblas, representado por la materia. O lo que es lo mismo: el espíritu humano, puro y casto, por definición, se halla sometido desde hace milenios a la aberración del mundo material, encerrado y dominado por la nefasta influencia de la oscuridad. La misión del maniqueísmo sería, por tanto, la de liberar al ser humano del estado material, en el que vive, gracias a una serie de preceptos asentados en el ascetismo más riguroso: ritos purificadores , monogamia, oraciones diarias, pacifismo, respeto a los animales, abstención de comer carne...Tan estricto era su pensamiento, que incluso asociaban al semen con la luz (de ahí abstinencia sexual). 

El maniqueísmo llegaba a eximir al hombre de cualquier responsabilidad por los pecados cometidos, pues consideraba que es la superior influencia del mundo material sobre el ser humano lo que le lleva a realizar malas acciones.

Pero a medida que Mani fue propagando su palabra, comenzaron a surgir poderosos enemigos a su alrededor. Finalmente, el rey sasánida Bahram I, azuzado por el sacerdote zoroástrico Zirder y por magos mazdeístas, encarcelo a Mani y lo dejo morir de hambre. Su religión, sin embargo, no desapareció con él. El maniqueísmo se expandió desde España hasta India, pasando por China y el norte de áfrica, e incluso perduró hasta el siglo XV en Italia. Su repercusión es palpable en doctrinas como el esoterismo musulmán y la herejía cátara, amén de hallarse en corrientes como el pricilianismo, el bogomilismo o el paulicianismo.

Mani (216-277) fue un hombre increíblemente culto que llegó a destacar como pintor, médico e incluso taumaturgo. Nacido en Babilonia, vivió hasta los 24 años vinculado a una secta judeocristiana en la que también militaba su padre, Las ideas del rebelde profeta (quien creía en un terrible apocalípsis de 1.468 años de duración en el que toda partícula de luz se liberaría de la materia), recibieron duras criticas por parte de la iglesia de Roma, con el emperador Dioclesiano a la cabeza, quien rechazó su extremo dualismo en pos de un único Dios capaz de someter al Mal. Curiosamente, San Agustín de Hipona (uno de los más furibundos enemigos de Mani) se sintió atraído durante un tiempo por sus fascinantes ideas, llegando a ser maniqueo en calidad de <<oyente>>...durante nueve años.

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