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domingo, 1 de octubre de 2017

El método Rolf y la integración corporal

Durante los años 30 del siglo pasado, una doctora norteamericana, Ida P. Rolf (1896-1979), buscaba afanosamente solucionar los problemas de salud de sus seres queridos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que la medicina convencional de la época le imponía numerosas limitaciones. Rolf, obsesionada con crecer profesional y personalmente, se traslado a Europa, donde estudió física, matemática. osteopatía, medicina homeopatía, quiropraxia, yoga y las enseñanzas sobre la conciencia de Alfred Koerzybski.

Fruto de esta amplia y rica variedad de conocimientos, Ida P. Rolf desarrolló un método, al que llamó de integración Estructural, que aunaba las posibilidades de curación existentes en la mente y el cuerpo humanos.

Desde muy jóvenes imitamos inconscientemente las posturas de quienes nos rodean, padres, hermanos, amigos etc. Más adelante nos fijamos en otros modelos, generalmente los que para la sociedad resultan aceptables o son sinónimo de éxito. Aunque también existen actitudes de rebeldía que nos mueven a rechazar las convenciones y patrones culturales. Por otra parte, hay factores como las enfermedades, traumas y accidentes que lastran nuestras pautas de movimiento, sin olvidar los prejuicios que causan malos hábitos posturales, especialmente en el trabajo. Quizá por todo ello, el método Rolf exige que, como primer paso, modifiquemos nuestras creencias respecto a qué es el cuerpo, aprendiendo a considerarlo no solo una herramienta útil, sino algo muy valioso que está condicionado por la forma en que lo tratamos y <<habitamos>>.

Combinando el contacto físico y la comunicación verbal, el terapeuta o rolfer nos ayuda a tomar conciencia de nuestro cuerpo, liberar tensiones y descubrir una manera de estar y movernos en armonia con el campo de gravedad, es decir, con la energía de la tierra. En definitiva, no se trata tanto de mejorar una dolencia o lesión concretas como de buscar un equilibrio general.

A lo largo de diez sesiones básicas, el rolfer manipula y presiona cuidadosamente la envoltura de tejido conectivo o <<fascia>>, responsable, entre otras importantes funciones, del aislamiento de los músculos. Utiliza para ello manos, brazos e incluso codos. Cada una de las sesiones, aunque todas estén interconectadas, van dirigidas hacia un tema puntual, para lo cual el terapeuta ha tenido en cuenta parámetros como la respiración, la tensión, la limitación de movimientos, la forma de caminar, la colocación de los pies, piernas, brazos y cadera, tratándolos de forma individual, pero al mismo tiempo como un todo.

Tras someterse al método Rolf, el paciente percibe sus movimientos más amplios y suaves, adopta una postura más erguida y menos tensionada, siente las articulaciones más ágiles y livianas, nota que puede corregir malestares crónicos y realiza movimientos más armónicos y precisos. Además, ésta práctica redunda en un menor desgaste de energía, la mejora de nuestro aspecto físico y la reducción del estrés y la ansiedad.


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