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miércoles, 4 de octubre de 2017

La increíble odisea de Shackleton

Muchas cosas increíbles ocurrieron en el descubrimiento de la Antártida, pero la expedición de Ernest Shackleton se llevó la palma. Tras fracasar como compañero de Scott en la expedición de 1901, Shackleton se planteó el reto de atravesar el continente antártico de costa a costa. Mil ochocientas millas por territorios inexplorados. Logró la financiación, lo que no le resulto muy difícil gracias a su labia. A cambio de dar el nombre a alguna montaña o bahía que descubriera, sacaba buenas tajadas de las fortunas de la nobleza inglesa. El 8 de agosto de 1914, el famoso Endurance partía del puerto de Playmouth en Gran Bretaña, en un incierto viaje que muchos calificaban de locura. El 19 de enero de 1915 los traicioneros hielos cercaron el barco y lo atraparon como si fueran enormes garras helada. Gracias a un fotógrafo y cineasta que viaja con Shackleton tenemos abundante material gráfico. Los hombres jugaban al fútbol o patinaban alrededor del barco, era la única forma de distraerse. Allí pasaron el invierno intentando que los hielos no se tragasen el Endurance. Finalmente el 21 de noviembre, los bloques helados rompieron el casco del buque y lo tragaron. Shackleton se dio cuenta de que había perdido de nuevo la partida y de que debía sacar de nuevo a sus hombres de aquel infierno. Comenzaba la más famosa epopeya antártica jamás contada. Cogieron los botes salvavidas y los arrastraron por el hielo, intentando llegar al mar. Se avecinaba el verano antártico y el hielo se rompía entre sus pies, así que decidieron navegar entre los icebergs para tratar de alcanzar el mar adentro. Tras mil vicisitudes, finalmente llegaron a isla Elefanta, o al menos creyeron que se trataba de ese lugar, pues durante su cautiverio no estuvieron quietos. El hielo navegaba sin rumbo por el océano antártico.


Una vez en tierra firme, Shackleton tomó la decisión de salir acompañado solo por dos hombres que mejor estaban físicamente en busca de ayuda. Intentarían llegar a las islas Giorginas, atravesando un mar que 9 de cada 10 días está embravecido de modo que parecía tener atrapado al demonio bajos sus aguas.


Fue un mes de navegación entre la vida y la muerte. Solo con una diciplina que el capitan impuso pudieron mantener las reservas de comida y combustible hasta que finalmente vieron tierra. Aún les quedaba un duro camino hasta la base ballenera que les prestaría auxilio, pero todo era posible para aquel hombre. Aquel que una vez vio que su sueño de atravesar la Antártida no podía cumplirse, se propuso salvar a sus hombres. Y después de toda esta odisea, ninguno de aquellos que viajaban en el Endurance murió.

Shackleton volvió a Inglaterra a tiempo para organizar otra expedición y morir en pos de su sueño, en su particular paraíso
terrenal, en la Antártida. Dejando su huella en la historia de este continente helado para siempre.

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