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sábado, 2 de diciembre de 2017

Misterios de Armenia

Aunque el 97% de su población es autóctona, en Armenia también viven minorías históricamente significativas. Los casos más llamativos los constituyen yazidíes y molokanes. Destacan los molokanes que se trata de una comunidad asentada en el noreste del lago Sevan. Expulsados de la Rusia zarista debido a sus creencias religiosas -rechazan la adoración a iconos- los molokanes o "bebedores de leche" se mezclan muy poco con la población armenia, si acaso para vender los productos que cultivan en sus huertas. Así es fácil ver  a sus mujeres ofreciendo discretamente frutas o verduras en las carreteras próximas a la ciudad de Dilijan, cerca de Lermontovo y Fioletovo, las dos localidades en la que viven separados de la población de armenia. Sobre su particular apodo (miloko significa leche en ruso), provendría de que no respetan el ayuno que impone la iglesia ortodoxa rusa en relación con la leche y sus derivados. No obstante los propios molokanes argumentan que tal denominación tiene que ver con la Biblia, a la que consideran su alimento o su leche espiritual.

Otros de los misterios menos conocidos de Armenia tiene que ver con los incontables petroglífos presentes en sus montañas. En este sentido, la cordillera de Geghama es una especie de paraíso para los investigadores de estos diseños simbólicos, grabados que los arqueólogos armenios han bautizado como <<letras cabra>>. Esta denominación un tanto exótica tiene su porqué. Basta echar un vistazo a los grupos de petroglífos de Geghama para advertir que en su mayoría representan a cabras, si bien la presencia recurrente de este animal no sería meramente simbólica, sino que se correspondería con primitivo lenguaje, una especie de alfabeto rupestre creado hace unos 14.000 años. No es la primera ves que se insinúa que los petroglífos constituyen un sistema de comunicación arcaico, cuyo verdadero significado iba más allá de representar gráficamente conceptos simples vinculados a la caza o con la relevancia de los cuerpos celestes. 
Aramadz, Anahit, Vaghan, Astghik, Tir, Tsvinar, Name...Y así hasta contemplar una lista de 72 nombres, los de los dioses y diosas del panteón pagano armenio. Algunas de estas divinidades tienen su correspondencia en dioses y diosas de otras culturas. Son los casos de Aramadz, dios principal de los antiguos armenios que vendría a ser una especie de Creador no creado, como el Ahura Mazda del zoroastrismo. O la influyente Anahit, diosa de la fecubdidad a la vez que de la guerra, Ishtar o la sumeria Inana. Sea como fuere, muchos armenios no han olvidado su rica mitología, la de que parte algunas de sus costumbres más enralazadas. Por ejemplo, si visitamos este país o, mejor algunos de sus pueblos -ya se sabe que en las capitales las cosas no funcionan igual-, llamamos a cualquier puerta y pedimos agua o algo de comida, difícilmente nos la negarán. De hecho, en muchos hogres armenios se conserva la costumbre de colocar bebida y comida en una mesa o altarcillo aparte, en previsión de que algún visitante inesperado las necesite. Pues bien, la famosa hospitalidad de los armenios tiene que ver con uno de sus antiguos dioses, Vanatur, al que verdaderamente iban destinadas éstas ofrendas en tiempos muy remotos.

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