Después de su muerte, el cuerpo de Eva Perón fue embalsamado, convirtiéndose en un signo de devoción popular, un hecho que la fuerza opositora que derrocó a Juan Domingo Perón interpretó como una futura amenaza de un posible resurgimiento peronista. Por es, pronto surgieron algunas alternativas para deshacerse del cadáver, entre ellas la de incinerarlo o arrojarlo al mar desde una avioneta. Pero el cuerpo desapareció la medianoche del 23 de noviembre de 1955, a manos de un comando de la llamada "Revolución liberadora", permaneciendo oculto durante dieciséis años, tiempo en el que se produjeron todo tipo de situaciones enmarcadas en la locura, la obsesión y el odio en torno al desdichado cadáver, que fue objeto de diversas vejaciones y mutilaciones.
Finalmente, el 1 de septiembre de 1971, Juan Domingo Perón, que vivía exiliado en Madrid, recuperó el maltrecho cuerpo de Eva, conservándolo durante tres años en su residencia de Puerta de Hierro, donde convivía con María Estela Martinez, su nueva esposa, y José Lopez Rega, custodio y secretario privado del matrimonio. Este último era conocido con el apodo del "el brujo" por su inclinación al ocultismo. Se sabe que a la sombra de Perón realizaba siniestros rituales "mágicos" con el cuerpo de Eva. Según algunas versiones, Lopez Rega insistía varias veces por semana en intentar "transferir la esencia de Eva al cuerpo de Estela Martinez", quien participaba voluntariamente en aquellas secretas ceremonias.
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