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viernes, 4 de agosto de 2017

Peligro de extinción masiva

Muchos científicos han sostenido que las grandes extinciones terrestres han tenido un origen cósmico, incluyéndose entre los eventos ligados a la extinción (ELEs) el impacto de grandes meteoritos, rayos gamma procedentes de supernovas relativamente cercanas e intensos vientos estelares o explosiones cósmicas a los que estamos expuestos cuando el sistema solar penetra en los densos brazos espirales de la Vía Láctea. El famoso e inconformista astrónomo Sir Fred Hoyle sostuvo que estamos amenazados por una inminente extinción masiva, debida a una era glacial provocada por una nube de polvo cósmico, una idea que ya apuntó en 1957 en su novela La nube negra. Cuarenta años después, un equipo encabezado por el geofísico Alexei Dimitriev, miembro de la Academia de Ciencias Siberiana, detalló las razones por las cuales -tras estudiar las informaciones enviadas por la sonda Voyager desde los limites del sistema solar- están convencidos de que el sistema solar se esta adentrando en una zona especialmente peligrosa de la galaxia, mucho más densa de lo habitual. A esto se deberían las numerosas y brutales perturbaciones detectadas durante las últimas décadas en todos los planetas incluido el nuestro. Según ellos, <<las alteraciones geológicas, geofísicas y climáticas de la tierra se están volviendo cada vez más irreversibles>> y están <<causadas por materiales altamente cargados>> que penetran en el área interplanetaria del sistema solar, procedentes del espacio inerestelar. Mientras nuestro sistema solar avanza por el espacio, provoca una onda de choque similar a la que debe hacer frente un barco a medida que se desplaza por el agua. Según sus cálculos, permaneceremos durante los próximos 3.000 años dentro de esa onda de choque anómala, que hace más de 18 años ya era diez veces más densa de lo habitual.

La hipótesis de Dimitriev se adapta como anillo al dedo a numerosas anomalías. Y algunos descubrimientos y teorías elaboradas posteriormente por otros científicos vienen a refrendarla. Entre ellos destaca el Físico Richard Muller, quien analizó informáticamente los registros fósiles de los últimos 542 millones de años, descubriendo que entre un 90% de las especies vivas desaparecían cada 62 a 65 millones de años, periodo en el cual sospecha que nuestro Sistema Solar pasa cíclicamente a través de una zona galactica dotada de gran densidad gravitacional, que provacaría lluvias de cometas y asteroides sobre el Sol y todos sus planetas. Aunque la periodicidad y mecanismos propuestos por cada uno varían, Muller coincide con Rampino, Haggerty y otros científicos en que la precipitación de estos cuerpos celestes habrían sido responsables de las cinco Extinciones Masivas que han tenido lugar en nuestro planeta y en que ya le habría llegado la hora de la sexta. Pero no debemos alarmarnos, sino prepararnos inmediatamente para sobrevivir, adaptándonos a esos cambios que vienen. Como advirtieron Dimitriev y sus colegas, <<solo mediante una profunda comprensión de los cambios fundamentales que están teniendo lugar en el medio que  nos rodea, políticos y ciudadanos seran capaces de obtener el equilibrio con el flujo renovado de los estados y de los procesos planeto-físicos>>.

Cada ser vivo de la tierra <<pasaría por un examen de control de calidad para determinar su habilidad para cumplir con estas condiciones>>, porque <<estos retos evolutivos siempre requieren esfuerzo o resistencia en cada organismo individual, especie o comunidad, ya que no es solo el clima lo que está cambiando, sino que nosotros estamos experimentando un cambio global>> como organismos vivientes, y <<no podremos afrontar esto individualmente>>

Allá en Julio de 2012, la revista Nature publicaba un estudio que alertaba sobre un colapso planetario irreversible y muy cercano en el tiempo. En dicho análisis, los investigadores repasaban las cinco extinciones masivas ocurridas en nuestro planeta a lo largo de su historia, episodios que, indefectiblemente, estuvieron vinculados con otros tantos cambios climaticos altamente severos. En este sentido, los firmantes del estudio advertían de que el impacto humano sobre el entorno puede conducirnos a un <<nuevo régimen para el que no estamos preparados>>.

Más recientemente, en Junio de 2015, Sciencie advances publicaba un amplio informe de esta cuestión en el que sus autores confirmaban que<< ya no hay duda, estamos entrando en una extinción masiva>> , para añadir que <<si dejamos que la situación continúe, la vida podrá tardar muchos millones de años en recuperarse y nuestra especie podría desaparecer pronto>>. Pero, ¿como hemos llegado a este <<punto de no retorno>>? Para buscar el origen de todo, basta rastrear nuestras primeras huellas sobre la faz de la tierra. A diferencia de las extinciones masivas que precedieron a la actual y que fueron provocado por fenómenos de índole física o natural (impactos de asteroides, erupciones masivas, etc), los principales causantes de la próxima gran extinción somos nosotros, los humanos, conclusión compartida por la mayoría de los científicos y a la que llegó hace más de una década Niles Eldrege, el prestigioso paleontólogo que desarrollara junto con Stephen Jay Gould, la célebre teoría evolutiva del equilibrio puntuado.

Ya en 2001, el autor de La vida en la cuerda floja: la humanidad y la crisis de la biodiversidad (Tusquets) planteaba las claves de esta sexta extinción masiva, acontecimiento terminal en el que el profesor Eldrege distingue dos fases; una primera, coincide con la dispersión de los humanos hace alrededor de 100.000 años; y la segunda -y más importante-, señalaba por la invención de la agricultura hace unos 10.000 años <<La agricultura representa el cambio goelógico singular más profundo en la totalidad de los 3,5 mil millones de años de la historia de la vida en la tierra. Debido a su invención, los humanos no tuvieron que interaccionar con otras especies para poder sobrevivir y pudieron, por ende, manipular a otras para su propio beneficio. Además, nuestra especie no tuvo que adherirse a la capacidad de carga de los ecosistemas (tamaño máximo de población que el ambiente puede soportar), pudiendo así sobrepoblar la tierra>>, Explica Eldrege en Action bioscience, boletín del Instituto.

Según un estudio publicado en Science Advances, firmado por investigadores de las universidades de Berkeley, Stanford, Princenton, Florida y autónoma de México, y que ha recogido datos de los últimos cinco siglos, el ritmo de extinción de especies se ha multiplicado por más de 100 en dicho lapso, acelerándose en las últimas décadas <<gracias>> a la intervención humana. En total, desde 1.500, prácticamente ayer (las distancias entre anteriores extinciones masivas se cuentan por millones de años), han desaparecido 617 especies de vertebrados...especies que tardaron cientos de millones de años en evolucionar.


Ninguno de los organismos que viven a nuestro alrededor funciona de manera aislada...como tampoco lo hacemos nosotros. de modo que cuando permitimos que por nuestra causa se extingan especies  que enriquecen nuestra biodiversidad, estamos contribuyendo a nuestra propia desaparición como especie. Y sí, es cierto la vida tiende a la resiliencia, a resistir y a abrirse camino frente a las situaciones más adversas. Pero ¿seremos capaces de hacerlo nosotros, la especie humana? Demasiadas señales apuntan lo contrario.

Se ha mencionado la rapacidad de las élites, ocupadas en la acumulación de riqueza de la que desposeen a la mayoría de la población. También de la carrera de grandes potencias por engordar sus reservas de oro, señal de la inminencia de otra gran crisis financiera. En el caso de China resulta inquietante que el gigante asiático haya cuadruplicado sus reservas de de alimentos de primera necesidad, en lo que muchos interpretan como el signo de un próximo desabastecimiento de estas materias a nivel global. También sobre la puesta en marcha de proyectos de geoingeniería, financiado por los principales gobiernos como un aviso de un inminente desastre climático. Y que decir de la predicción de una pequeña edad de hielo que la ciencia sitúa en torno al año 2030. Demasiadas señales que nos urgen a actuar para evitar nuestro propio colapso.




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