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jueves, 21 de septiembre de 2017

Las cloacas del KGB 1ra parte

Hubo un tiempo en que Vladimir Putin era amigo de Occidente. Fue en los tiempos que siguieron a la caída del Muro de Berlín y a la desintegración de la URSS. Durante aquellos años, Boris Yeltsin encabezó el derrumbe del país, que perdió toda su influencia exterior y se estrelló económicamente, pese a lo cual -o por lo cual- la propia OTAN, que había nacido en 1949 para frenar a la URSS, firmó una serie de acuerdos de colaboración con Rusia en los cuales se aceptaba que los países ocidentales se abstendrían de asentar tropas en las naciones que antiguamente formaban la URSS.

Durante la crisis, Rusia dejó de ser una de las dos primeras potencias mundiales hasta convertirse en poco más que una comparsa de Occidente, en la que el dinero se escapaba del país entre evasores fiscales -los paraísos fiscales creados por los occidentales fueron destino idóneo para las fortunas más sospechosas de la antigua URSS- y oligarcas que se situaron en la esfera de los más ricos y poderosos de nuestro entorno. Putin había ocupado durante todo ese tiempo diferentes puestos en los Servicios Secretos de Inteligencia, tanto en la época final de la URSS como después. Es por ello que siempre lo vimos como un hombre que había sido capaz de tomarse las cloacas del poder y salir librado pese a haber cometido algunos crímenes horrendos.

Tras todo aquello fue presidente de Rusia entre el 2000 y el 2008, años después se coloco como primer ministro cargo que sigue ocupando en la actualidad. De ideología conservadora, próximo a los planteamientos que aquí se asociaran a la extrema derecha, Putin rescató de la época anterior las ínfulas imperiales y el sentido nacionalista, que ha ido en aumento cuanto más tiempo ha pasado en el poder. Tras dos décadas en el limbo, Rusia volvió a ejercer de líder de gran parte del mundo, lo que hizo que los países occidentales volvieran a separarse de él y la OTAN firmara a partir del 2009, acuerdos de colaboración con naciones que antiguamente formaban parte de la URSS. El <<idilio>> con países occidentales había durado diez años...Durante todo ese tiempo las maniobras de Putin habían sido vistas con buenos ojos por los mandatarios de EE.UU y Europa, incluso las que desencadenaron la guerra de Chechenia, durante la cual todos sus actos -terribles en ocasiones- fueron aprobados por los países ricos, bajo la excusa de que el objetivo de aquellos ataques militares en Chechenia era luchar contra el terrorismo.


Los sucesos que desencadenaron los enfrentamientos en Chechenia acontecieron en septiembre de 1999, cuando en apenas diez días cuatro bombas explotaban en cuatro edificios de apartamentos en Moscú y en otras ciudades rusas. En total, los atentados se llevaron la vida de trescientas personas.


Fue hasta ese momento, la mayor cadena de atentados en la historia. Para las autoridades rusas no había duda: los crímenes fueron perpetrados por terroristas chechenos  que reclamaban mediante el uso de la violencia la independencia de esta pequeña república caucásica. Fue el comienzo de una oleada de crímenes brutales que alcanzaron su mayor nivel de locura en septiembre de 2004. cuando un comando checheno tomó rehenes a los niños de un colegio en Beslán, en la república de Osetia del Sur. Murieron otras trescientas personas, la mayor parte de las cuales eran menores de edad.

La retorica occidental siempre defendió la lectura de los acontecimientos de Moscú, en la que se acusaba, al igual que había ocurrido con los atentados de 1999, a separatistas vinculados a grupos terroristas como responsables de aquellos crímenes. Según esas versiones oficiales, grupos islámicos integristas que luchaban por la independencia de Chechenia, con el apoyo directo de Al Qqeda y la participación de activistas procedentes de las filas talibanes de Afganistan, eran los responsables.

Chechenia es una república perteneciente a la Federación Rusa que apenas tiene 15.000 kilómetros cuadrados. está habitada por algo más de un millón de personas. El comienzo de su historia se remonta al siglo VIII, cuando los chechenos que eran una etnia formaban parte del estado alano. Parece ser que eran tribus procedentes de la zona de Siria o Irak que se asentaron en torno al Cäucaso durante cientos de años. Desde el siglo XVI, los zares rusos batallaron contra los persas y otomanos por el control de esta región, que era de vital importancia estratégica. Rusia impuso su ley, aunque lo hizo en contra del sentimiento de los chechenos, que tenían su propia identidad. A finales del siglo XVIII aparecieron guerrillas que intentaron limitar el dominio ruso, pero no pudieron hacer nada frente a la maquinaria bélica de los zares.

En 1859, Rusia determinó que Chechenia formaba parte de su imperio, dominio que se prolongó incluso más allá de la revolución de 1917, cuando los chechenos salieron trasquilados en sus guerras contra los comunistas y cosacos. En 1942, en plena guerra mundial, se produjo un punto de inflexión muy importante. El ejercito alemán alcanzó el Cáucaso y prometió a los habitantes de las repúblicas de la zona que lograrán su independencia tras el conflicto, momento en el cual ponían fin al yugo ruso. Pero el discurrir de la Segunda Guerra Mundial varió y en Moscú se acuso a los chechenos de ser colaboradores de los nazis. Se tomo una decisión terrible, deportar a la mitad de la población a Asia Central.




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