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lunes, 23 de octubre de 2017

El instructivo viaje de la reencarnación

Somos más, pero nunca nos lo dijeron. Desde algún lugar del Universo decidimos que una parte nuestra debería pasar un periodo de investigaciones y vivencias de gran intensidad, adoptando una forma humana aquí el la tierra.

Al nacer, entramos en el sueño colectivo de la conciencias dormidas que creen que están muy despiertas, donde se justifican el hambre y la guerra, un mundo gobernado simultáneamente tanto por la belleza como por la crueldad y el caos, y a partir de ahí comienza nuestro camino en la escuela de la vida. Estamos en la zona del bien y del mal en constante acción, en la ignorancia y el conocimiento. Nuestro estado original como seres espirituales es uno, pero aquí la situación es muy diferente. Nuestro vehículo humano sufre, ríe, llora, aprende y desprende facetas del ser que sólo es posible percibir desde este nivel. Vivimos en un circulo de causa y efecto, recompensas y castigos para crecer y trascender. Creamos y hacemos. Nuestro presente determina nuestro futuro, y éste es el resultado del pasado. Todo es aprendizaje.

Un humano que maltrate a sus semejantes en el periodo de una reencarnación, es probable que tenga que experimentar el papel opuesto de víctima de un agravio o injusticia en la siguiente. Alguien que nazca en un ambiente pobre y rodeado de carencias, en la siguiente etapa evolutiva, aunque conscientemente no sepa el porqué, es probable que convierta en un gran defensor de las causa sociales y busque el equilibrio en su comunidad. Esto sucede por los tres niveles de vivencias que interactúan: las que llevamos en la mochila existencial como resultado del conjunto de nuestras vidas pasadas (Karma); las que son el fruto de la actitud general rutinaria aquí y ahora, en la vida presente; y, finalmente las nuevas propuestas que aparecen al ser conscientes de nuestras mejoras evolutivas (Dharma).


¿Qué significa esto? Que si yo me doy cuenta de que mi actitud me hace ser imperfecto y me crea en esta vida complicaciones innecesarias que podría evitarme; o también que este mismo proceder provoca que otras personas sufran por mi causa, tengo probablemente dos caminos: ignorar el conocimiento que señala mi mal proceder o rectificarlo, regresar a mis hábitos y conductas y enriquecer mi vida con un proceder más positivo. En este último caso, habré cubierto una tarea de aprendizaje y, probablemente, podré pasar la página del libro de mi existencia para entrar en un capitulo nuevo.


Es interesante esta observación porque muchas personas están convencidas de que las cadenas de lo que hicimos en esta vida o en otras tienen que ser arrastradas pesadamente sin perdón. Y no es así, en el momento en que reconocemos un error y trabajamos por rectificarlo, entramos en una dinámica cósmica positiva que cambia nuestra línea de destino. No hay castigos eternos. No hay etapas de mejoras donde todos aprendemos de todos. Para eso estamos aquí. Aprendemos del mal para trascenderlo y superarlo, y aprendemos del bien para dejar fluir al ser divino que llevamos dentro. El gran pescador puede convertirse en gran maestro. Y el gran maestro en un gran irresponsable si no hace lo que sabe que es correcto. Somos libres y tenemos libre albedrío para elegir. La gran pregunte es: con este conocimiento consciente, ¿cual debería ser nuestra decisión aquí y ahora?




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