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jueves, 26 de octubre de 2017

Manicomios embrujados en Nueva York

Si bien es cierto que se trata del antiguo psiquiátrico con actividad paranormal más conocido de Nueva York, el de Roosevelt Island no es un caso. El asilo de lunáticos de King Park, en Long Island, es un celebre ejemplo de la mala praxis con los pacientes que vivieron entre sus muros. Residentes cercanos afirmaron en más de una ocasión haber escuchado por la noche los espeluznantes gritos y lamentos de los internos cuando el centro se encontraba en funcionamiento. Actualmente, tanto empleados de seguridad como grupos de curiosos confesaron haber visto una espectral figura blanca con ojos negros en el edificio 93 del complejo y en los alrededores del cementerio anexo, además de escuchar fuertes golpes en alas del psiquiátrico completamente vacías. Igual de horripilantes son los relatos que se cuentan sobre el cercano Central Islip, actual emplazamiento del campus del Instituto de Tecnología de Nueva York, en el que se ha registrado voces de niños en la planta donde se alojaba a infantes con problemas mentales. Más al norte, las ruinas del pésimamente mal gestionado Centro Psiquiátrico de Búfalo son el testamento físico del interminable tormento que sufrieron sus pacientes  -víctimas de incontables abusos y torturas-, cuyas almas se rumorea que vagan sin rumbo en túneles subterráneos que conectan sus edificios. También el asilo para lunáticos de Utica, la clínica para tuberculosos de Coolidge Hill y, especialmente, el Seaview Hospital de Staten Island han sido escenario de apariciones fantasmagóricas dignas de la mejor película de terror, con seres imposibles grabados en vídeos y aullidos inhumanos capaces de helar la sangre al más valiente.

Un vestigio arquitectónico que todavía perdura desde los tiempos del asilo y que oculta los secesos inexplicables que desde entonces se han vendo viendo sucediendo en su interior. Por ejemplo, en 2006, el reportero de la CNN Allen Chernoff documentó el extraño comportamiento de algunos animales de compañía que se negaban a subir determinadas zonas del edificio sin explicación aparente. <<Simplemente se queda mirando y ladrando a la esquina del techo, como si hubiera alguien más ahí>>, relató el inquilino Bill Long en relación a su perro Ginger.

Intrigados ante el suceso los responsables solicitaron la asistencia de un equipo de investigación paranormales. Los resultados fueron sorprendentes tras revisar una vivienda cercana, los expertos aseguran haber captado con sus equipos varios orbes de luz y hasta tres rostros de supuestos expertos que habían ocupado el lugar. Por si fuera poco, resulta de lo más curioso que el mismo día que el Octogón reabrió sus puertas, se estropeara el teleférico de la isla.

Si visitamos el Hospital de Viruela Renwick, ciertamente la refinada arquitectura neogótica invita a acercarse para respirar de cerca la historia de este fascinante lugar. Inaugurado en 1856 por el arquitecto James Renwick Jr. -artífice de la catedral de San Patricio-, el Hospital de Viruela se convirtió en el principal punto de cuarentena de la ciudad. En sus cien camas descansaban los afectados por la entonces terrible enfermedad, evitando así que se extendiera por todo Nueva York. Como venía siendo habitual en la mayoría de los hospitales de aquellos días, la falta de atención personalizada, los peligros de los tratamientos de ensayo y error y, en definitiva, el caos generalizado, no tardaron en "apropiarse" del centro, La escasez de recursos y el insalubre hacinamiento de los cada vez más numerosos pacientes hicieron de sus pasillos y habitaciones un entorno infernal marcado por el sufrimiento y la muerte.


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